domingo, 4 de mayo de 2014

Respuestas en el pasado.

Emma lo miraba con ira y tristeza a la vez.
- ¿Podrías explicarme que acaba de ocurrir? ¿Por qué Frederic? Él no ha hecho nada malo.
Tom la miraba frotando sus manos con cierta tensión.
- ¡Te he hecho una pregunta! - gritó llena de furia la joven.
- Te pareces a mi madre - rió con sarcasmo Tom - además, tú no tienes porque saber que sentimientos tengo hacia Freddie.
- Tengo todo el derecho del mundo - contestó Emma cruzando sus brazos - precisamente soy yo la que tiene que mantener a Frederic feliz y tranquilo para que pueda volver a su casa con su familia.
- Su familia no le quiere - se apoyó en el amplio cristal que daba a la calle principal, estarían por lo menos en la décima planta - tienen miedo de que vuelva a casa, por eso nadie ha venido a verle.
Emma sorprendida trató de encontrar cobijo en ella misma, igual que cuando conoció al joven suicida.
- ¿Cómo estas tan seguro de que su familia no le quiere? - preguntó con cierta curiosidad la joven.
- Porque yo soy parte de su familia Emma .
Ella abrió los ojos, clavando su mirada fijamente sobre la suya y sorprendida, se llevó una mano al pecho y otra a la boca.
Tom se sentó.
- Mi padre era propietario de uno de los bancos más importantes de California, contrataba y despedía a su antojo, provocando alegrías y llantos que no soportaba, vivíamos con mi madre a las afueras, eramos una familia bastante feliz. Todo empeoró cuando el banco de mi padre quebró, dejando a más de quinientos empleados en la calle, el peor que salió fue mi padre. 
Emma se sentó junto a él para no perder el equilibrio, se sentía algo mareada y le tendió su mano. Él la agarró, y a medida que iba narrando su pasado apretaba la mano más y más fuerte.
-Apenas teníamos para comer, mi madre; ama de casa, tuvo que realizar turnos de noche en un viejo antro. Y mi padre trabajaba limpiando edificios por el día, no les veía en todo el día. Tardamos años en volver a poder subsistir económicamente, mi padre logró un trabajo como jefe en un banco, no tan importante como el suyo, pero era suficiente, pero cuando creíamos que podríamos ser felices le detectaron Alzheimer a mi madre, solo tenía cuarenta años.
Las lágrimas comenzaron a asomar por el rostro de Tom, quién se las secó de la manera más rápida posible, no quería que le viesen llorar, sobre todo si se trataba de una chica.
- Los médicos decían que ocurrió por el estrés. Fue todo muy rápido, en menos de cuatro meses no recordaba nada, y gritaba si nos veía cerca, debían de dormirla por lo menos dos veces al día, comenzaba a maldecir e insultar a todo aquel que pasaba cerca de su habitación, el no conocer a nadie provocaba en ella una gran tensión, no soportaba verla así. En dos mil once nos dejó, con una profunda huella en el corazón.
Mi padre jamás lo superó. Vivía por y para sus propios negocios, se olvidó completamente de mi, y jamás visitó la tumba de mi madre.
Los años pasaron, crecía entre libros y películas, me daban el calor familiar que necesitaba en aquellos momentos. Un día lluvioso, mi padre conoció a Margaret, una camarera compañera en los turnos nocturnos de mi madre, quien tenía un hijo de mi misma edad.
- Freddie - añadió Emma finalizando la frase.
- Así es - confirmó Tom - su madre y mi padre se casaron a los pocos meses, ellos decían que era amor, yo más bien lo veía como una forma de agradecimiento a Margaret por haber ocupado el puesto de mi madre varias noches mientras aun vivía. Fue la gota que colmó el vaso para Frederic, a los pocos días lo encontramos medio muerto en su cuarto, con una nota que simplemente decía "lo siento." Ellos se preguntaban una y otra vez su error y sufrieron mucho por su culpa, ni siquiera conocían el motivo de su intento, Margaret decía que había estado desde hacía años contra el mundo y los que habitaban en él, los odiaba a todos. 
- Ya entiendo - suspiró Emma - pero él ha cambiado Tom, ya no es como antes, ahora es feliz.
- Eso es lo que tu te crees Brown, ese chico es muy problemático, y sino te alejas de él te causará sufrimiento, mucho. Ándate con ojo, no me fio.

Pasó el tiempo, Emma empezó a sentir miedo cuando se acercaba a la habitación 506. Todo lo que le había contado Tom le pesaba demasiado en el alma. Fue entonces, cuando decidió hacer una visita a su familia.
Pedaleando libremente llegó hasta una pequeña casa de paredes rojizas, tenía ventanas rectangulares con doseles hechos a mano, en el jardín habitaba una pequeña familia de gnomos de cerámica rojos y azules.
Emma dejó la bicicleta en la entrada de tal manera que no molestara a la hora de entrar o de salir del hostal.
Tuvo que esperar un tiempo para armarse de valor y llamar a la puerta mediante un suave golpe de muñeca.
Al abrirse la puerta apareció una mujer de aspecto dejado, con bolsas en los ojos y labios cortados; lo que resultaba extraño, puesto que estaban a finales de verano, la mitad del pelo recogido en varios rulos y la otra mitad reflejaba que llevaba días sin lavarse y cepillarse el pelo adecuadamente, en sus brazos asomaba una cabecita rubia que pedía con insistencia que su madre le diera de comer, la mujer la miró con cierto desdén.
- ¿Te conozco de algo niña? - gruño la mujer.
- No, y discúlpeme por interrumpir pero ¿es usted Margaret Dupree? - preguntó con amabilidad Emma.
Margaret enmudeció y se sonrojó, hacía tiempo que nadie la llamaba así.
- Si, en efecto, soy yo ¿qué quieres? - contestó en la misma línea mientras amamantaba a su hija.
- Verá, trabajo como voluntaria en el hospital Saint Paul, cuido de niños y de ancianos.
- ¿Y a mi que me importa? - añadió Margaret.
- Frederic Dupree ha sido el último paciente con el que he estado.
Margaret enmudeció y casi provoca que el bebé cayera al suelo, eso provocó su llanto.
- ¿Conoces a mi hijo? - preguntó entre sollozos - ¿Cómo está? ¿Está bien? Por favor, pasa, dejame que te traiga algo de beber.
- Es usted muy amable Sra. Dupree - y pasó al interior con paso suave y ágil.
El interior era de paredes oscuras y suelos de mármol blanco si apenas una mancha, en las paredes colgaban diversos cuadros que se encontraban ordenados en función de la edad, logró reconocer al recién nacido e incluso a Tom, pero ninguna foto de Freddie.
El sonido de la lata chocando contra la mesa provocó que Emma se girara de golpe, encontró a una Margaret más serena y tranquila, había dejado al bebé reposar la comida.
- Por favor, cuéntamelo todo, necesito saber cómo está.
Emma le narró todo, desde su primer día en el hospital hasta la brutal paliza que le dio Tom en su propia habitación.
- Yo... Tengo miedo de ir a verle - sollozó de nuevo Margaret - tengo miedo por como pueda reaccionar al verme a mi o a Robert, su padrastro. Tengo una teoría que explica el porque de su intento de abandonar este mundo, y la respuesta se encuentra en su antiguo diario.
- ¿Sería tan amable de traermelo Sra. Dupree? - preguntó con autoridad y ternura Emma.
- Por supuesto - dijo Margaret levantadose con cierta dificultad - Ni siquiera he tenido el valor de leerlo, soy una cobarde. Y por favor, llámame Margaret.
- Como usted quiera. 
Pasó un largo periodo de tiempo, que Emma aprovechó para observar más de cerca las fotografías. Las de boda fueron las que más llamaron su atención. Después de observar detalladamente cada fotografía se sentó a esperar. La amargura empezó a inundar su corazón; temía por Freddie y por Tom, quería ayudar a recomponer esa familia, quería que todos fueran felices.
Finalmente, Margaret bajó con un pequeño libro cubierto de terciopelo rojo entre sus manos. Ella lo cogió con la misma delicadeza con la que había entrado.
- Por favor - lloró Margaret a los pies de Emma - ayúdale, ayúdanos.


-Haré lo que pueda Margaret – le tendió su mano para poder ayudar a la mujer cuyo cuerpo se encontraba desfigurado por el parto de la reciente criatura – se lo prometo.

Tras un caluroso abrazo de despedida, Emma se marchó de aquel lugar con el corazón en un puño y con las lágrimas brotando de sus ojos. En sus manos se encontraba la respuesta al intento de suicidio de su querido amigo Freddie, quería ayudarle, pero recordaba las duras palabras con las que atacó su corazón el día de aquella terrible pelea.
Sus pies la ordenaron pararse a pesar de que ella quería continuar con su camino. Lloró amargamente. Abrió la primera página del libro y comenzó a leer.

``Estúpido diario:
He tenido que comenzar a escribir aquí por recomendación de mi madre, o mejor dicho, por obligación de ella. A pesar de mi edad  he visto y sentido demasiado. Pero voy a empezar desde el principio.
Tenía diez años, vivía con mis padres en una casa como otra cualquiera, era perfecta para tres personas, blanca de arriba abajo y un encantador jardín para salir a hacer deporte o al béisbol con tu padre. En aquella época mi padre trabajaba como chef en un restaurante bastante prometedor, mi madre era ama de casa y traía, prácticamente era mi padre quien traía el dinero a casa.
Un día el llegó pálido a casa y tuvo una fuerte discusión con mi madre, me mandaron a mi cuarto, pero me quedé escondido en las escaleras mientras observaba con espanto como el hombre al que yo consideraba un ejemplo pegaba a la mujer que me dio la vida. La paliza se prolongó bastante tiempo hasta que mi madre acabó llorando con la puerta cerrada en su dormitorio y mi padre bebiendo en la cocina. No entendía nada de lo que ocurría a mí alrededor.
Los años pasaban, iba creciendo y madurando en un entorno de odio y sonrisas fingidas por parte de mis padres. Mi madre comenzó a trabajar en un bar nocturno y llegaba muy tarde a casa, había días que incluso llegaba con los primeros rayos de sol. Tardé poco tiempo en descubrir que trabajaba restregándose por barras y dejando que hombres la toquetearan de arriba abajo.
Mi padre solo bebía, se apartó de su esposa y de mi, su hijo querido, solo nos reuníamos para comer y darme una imagen familiar ¿acaso no sabían que era consciente de todo? Solo dirigía la palabra a mi madre para obligarla a que le pasase la sal o le calentara la comida porque se había enfriado con el tiempo.
Tuvimos que vender la casa y la mitad de nuestros objetos personales, tanto ropa como muebles y demás.
Lo último que recuerdo de aquella época es una mañana en la que mi madre llegó de su trabajo al alba y un fuerte ruido que provenía del sótano. Era mi padre, quien se había cansado de luchar por intentar recomponer a su familia y salvar su matrimonio.´´
Emma se llevó una mano a sus rojizos labios y dejó que el diario resbalase por sus finos y pálidos dedos. No pudo seguir leyendo, no pudo seguir leyendo tanto sufrimiento plasmado en un libro. Pero algo en su interior la golpeó como un látigo, si no era capaz de leer un diario ¿Cómo iba a ser capaz de ayudar a una familia que se encontraba en ruinas?

Debía de actuar y rápido. Continuó leyendo.