martes, 22 de abril de 2014

Fin de las vacaciones.

Volviendo la vista a Beverly Hills nos encontramos en la casa de los Brown, todo marcha como siempre: Catherine encarágandose de las labores del hogar, Marla cazando moscas y Emma, nuestra querida protagonista centrada en su novela.
No pisaba la calle desde hacía tiempo, su bicicleta empezaba a acumular polvo, ignoraba las llamadas telefónica y solo salía de su cuarto para encargar una pizza.
- "No se como continuar" - se decía para si misma - "llevo atascada más de un mes."
Se lamentaba de su falta de inspiración, pero como se solía decir,  al tiempo hay que darle tiempo.
La puerta se entornó y para su sorpresa apareció Charlotte, su mejor amiga, mejor dicho, su alma gemela.
Charlotte era alta, morena, unos enormes ojos marrones daban la pincelada final creando una figura femenina muy atractiva para la vista masculina, pero todo el mundo sabía que su orientación sexual era diferente. Era muy inteligente, jamás había bajado del sobresaliente, pero era muy dura con las personas que no le transmitían confianza. Era amiga de Emma desde hace más de cuatro años.
- Aquí huele a cloaca Emma - dijo Charlotte mientras dejaba con total libertad sus botas en el suelo - existe un verbo de la primera conjugación denominado "Ventilar" ¿te suena cariño?
- Tú y tu sarcasmo, siempre tan puntual.
Emma se levantó envolviendo con sus brazos a su amiga. Se sentaron y charlaron. Charlotte puso a Emma al día en cuestión de sus vacaciones, le contó que había estado en Francia, degustando la gastronomía típica del país y callejeando por la ciudad del amor: París.
Emma le contó que estaba trabajando en una nueva novela y que estuvo de voluntaria en varios hospitales, fue a la playa e hizo turismo por aquella zona.
- Conocí a un paciente del hospital C - narraba Emma - tuvo un percance relacionado con abandonar este mundo, ya me entiendes.
Charlotte se frotaba los ojos con sorpresa.
- ¡Qué me dices! Vaya vacaciones más entretenidas has tenido entonces.
 - Y que lo digas, pero te he echado mucho de menos ¡ya sabes que yo no puedo vivir sin ti!
Un abrazo selló la conversación. Emma invitó a Charlotte a comer, pasaron la tarde juntas entre risas, fotografías y discos y discos de Queen y Bon Jovi. Cayó la noche y era hora de que cada una tirase por su cuenta.
- Bueno mi amor - dijo Charlotte abrazando con infinita ternura a su amiga - te veo mañana en clase y no te olvides de traerme lo que lleves escrito, que ya sabes que me encanta como te expresas.

Aquella noche Emma daba vueltas y vueltas en la cama, en sus sueños veía a Frederic con las muñecas llenas de heridas, triste y solo, no podía acercarse a él, parecía como si cada paso que diese lo alejara más de él, eso le angustiaba, le carcomía por dentro. 

Era de esperar que aquella mañana Emma despertara con ojeras y entre bostezo y bostezo devorara el desayuno, como era de costumbre. Al terminar cogió todo lo necesario y se encaminó hacia el infierno con paredes, o mejor dicho: el instituto West Milano.
En la entrada estaba Charlotte, esperándola y fumando su cigarro mañanero. Todo estaba exactamente igual que hacía tres meses, nada había cambiado.
Los profesores dieron una hora libre para que los alumnos contasen sus aventuras veraniegas, los reinos estaban estructurados y mentalizados igual que siempre, que tristeza (eso era lo que sentía Emma). 
Ante la puerta se presentó un joven desconocido para todos, un adolescente que tendría que decidir en que reino quería estar y eso no es cosa fácil, se encontraba en juego su reputación.

C se giró y con tono sarcástico añadió:
- Vaya, fíjate en ese, tiembla más que un pollo a las puertas de un matadero.
- Pobre.. No sabe que hacer.
Emma se levantó y con la alegría típica que desprendía se le acercó.
-Hola desconocido, me llamo Emma, bienvenido al instituto West Milano.
El chico bajó la cabeza y se miró los pies, que chocaban el uno con el otro sin parar.
Emma se giró como signo de ayuda, Charlotte le animó a continuar la conversación.
- Oye mira, no hay que tener miedo, al fin y al cabo solo somos un par de huesos y algo de piel.
El tembloroso chico comenzó a levantar la cabeza hasta que finalmente la miró fijamente.
- Empezaré de nuevo, hola, me llamo Emma ¿y tú?
-Tom - dijo con voz suave - me llamo Tom Winson.
Ella sonrió y cogiéndole de la mano le condujo hasta Charlotte, quien le dio un abrazo en señal de bienvenida.
- Aquí vas a estar mejor que en ninguna parte Tommy ¿te puedo llamar así? En cualquier caso te acostumbrarás.
Tom sonrió ante el sarcasmo de C. Estuvieron todo el día hablando, descubriendo lo que le aficionaba a uno o le repudiaba al otro. 
Emma y Charlotte advirtieron al joven de varias "ratas escolares."
- Son como veneno, ni te acerques.
Al fin sonó el timbre de la libertad, es decir, el timbre que indicaba el fin de las clases.
- Bueno Tom, un placer conocerte - dijo Emma - Nos vemos mañana.
- Espera ¿te apetece ir a tomar un batido al Korova Milk Bar? - preguntó en tono vergonzoso - cómo se que te gusta "La Naranja Mecánica" y ese bar está ambientado en esa película pues..
- Lo siento Tom, pero tengo que rechazar tu oferta - añadió Emma - tengo que ir a ver a un amigo.
Y sin más, Emma fue por un lado y Tom por otro, él suspiró viendo como ella desaparecía en el horizonte.


Notó como un brazo le rodeaba por el cuello, era Charlotte, quien expulsó el humo de su última calada sobre él provocando una tos que se prolongó bastante.

-Veo que el niño nuevo se ha enamorado de la pequeña pelirroja teñida – observó C mientras se encendía otro cigarro – oye, pero a mí no me vendría nada mal ir al bar ese del que hablas. Venga invito yo.

Tom no tuvo más remedio que aceptar la oferta de la chica de los cigarros infinitos.
El Korova Milk Bar se encontraba situado en el centro de la ciudad, sus grandes letreros en neon animaban a cualquier transeúnte a entrar al enigmático lugar.
Efectivamente, el lugar estaba ambientado en la legendaria película, dirigida por Stanley Kubrick, ``La Naranja Mecánica´´, las paredes eran blancas, tanto que cegaban los ojos, el suelo era de mármol, pero se encontraba mayormente ocultado bajo alfombras de terciopelo blanco. En las paredes colgaban diferentes escenas de la película, como por ejemplo el famoso cuarteto cuyo líder era Alex DeLarge, o el momento en el que sus parpados se someten a una prueba para superar la ultraviolencia que tanto amaba el protagonista. Era un bar muy parecido, un gran logro por parte del dueño.
Charlotte y Tom pidieron dos vasos grandes de leche plus. Como allí estaba permitido fumar tanto como quisieses, C aprovecho y fumó como si no hubiese mañana, una situación muy molesta para Tom.

Hablaron. 

Entre sorbo y sorbo y las palabras de C, Tom intentaba resolver el rompecabezas que se había presentado en su interior.

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