miércoles, 30 de abril de 2014

Volcano irradia ira.

Nancy golpea con fuerza la puerta sorprendiendo al paciente de la habitación 506.
- Frederic, tienes visita.
El joven se levantó y observó que aparecía por la puerta la misma mirada llena de ternura que tiempo atrás le había ayudado a ver el mundo con más colores aparte del blanco y negro. Se trataba de Emma.
- ¡Hola Frederic! - sonrió - me alegro de verte, te he traído unos cupcakes, o como los llama mi abuela "las magdalenas de toda la vida."
Nancy abandonó a la pareja mientras tomaban asiento en la cama y probaban el postre. Los cupcakes estaban deliciosos, decorados con glaseado de colores, dando una imagen aun más apetitosa.
- Has tardado mucho en volver, creía que me habías olvidado... - intervino Freddie en mitad de la degustación.
Bajó la mirada y se rozó sus antiguas heridas de guerra. Emma cogió su mano.
- Lo siento mucho, de verdad - trató de disculparse Emma - he tenido una agenda muy apretada, no tenía tiempo ni para respirar.
- Pero si para darte un repaso a tu melena de fuego.
Ella golpeó el hombro en señal de mosqueo, pero se palpaba humor en su gesto. Rieron.
Pasaron las horas y ya era tiempo de regresar, al haber empezado las clases, Emma tenía que regresar pronto a su casa.
Se despidieron, no sin antes haberse fundido en un abrazo que para ellos fue rápido, pero para los enfermeros de turno eterno. Freddie tenía que ir a cenar antes de las diez, más de una vez no había podido probar bocado debido a su mala relación entre los relojes y él.

Tras la cena, Frederic volvió a su habitación, con bolígrafo a mano comenzó a redactar una carta:
"Querido Yo:
Cada vez me siento más alejado del pozo oscuro que es mi vida, empiezo a pensar, que la vida tiene más colores, olores y formas aparte del blanco y negro, la película de mi vida parece que empieza a mejorar. Me siento feliz y todo gracias a Ella.
Verás Yo, Ella es la dulzura personificada, es como si estuviese hecha con algodón de azúcar o a partir de las nubes, me ha hecho ver que la vida no es tan oscura y pesimista como yo creía.
Es maravillosa, tengo que serte sincero amigo, creo que algo en mi interior empieza a manifestarse, algo que creía olvidado. Creo que empiezo a volver a sentir y todo gracias a la chica del pelo de fuego.

Te seguiré narrando, hasta entonces recuerda: mantente alejado de los objetos afilados.

Un saludo.
                           Yo 


El contacto de las sábanas provoca que Emma caiga rápidamente en un inquietante sueño:
"La ciudad más hermosa que jamás haya podido existir es su hogar, las columnas blancas decoran y sujetan los diferentes monumentos que constituyen la ciudad.
Las gentes caminan sonrientes, el laurel y las túnicas blancas con adornos dorados es la última moda en aquel remoto lugar.
Una gran estatua es el centro de atención en la gran plaza, se trata de un hombre alto, robusto, con expresión dura y una gran nariz que daba un toque cómico al rostro, se trataba del César, la máxima autoridad romana, pero tenía un aire familiar.
Emma camina tranquilamente observando y palpando cada movimiento bajo sus pies, como si pudiese percibir cada pisada o cada movimiento de cada una de las personas que se encontraban en aquel lugar.
Un joven alto, de rasgos faciales atractivos y pelo negro como el carbón la coje de la cintura indicando que se girase hacia su posición. Se trataba de Frederic.
Él la mira, ella responde con una suave caricia, se acerca y nota su aliento sobre sus labios.
Un fuerte temblor interrumpe la escena de la pareja. El suelo comienza ha abrirse bajo sus pies, las columnas se resquebrajan, las gentes gritan y huyen aterrorizadas hacia ninguna parte. 
El dios Volcano había despertado de su largo sueño, y estaba muy enfadado, tanto, que empezó a escupir bolas de fuego a la hermosa ciudad sembrando el caos, sembrando el terror en el lugar donde, hace algún tiempo reinó el amor y la paz. Pompeya se estaba muriendo.

Entre gritos y sudores Ella se despertó, el corazón de Emma latía con fuerza y miraba a su alrededor; estaba en su habitación decorada con un estilo que recordaba a los años 50, estaba sana y salva, segura de los peligros de la ciudad de Pompeya.
Aquella mañana no devoró el desayuno como de costumbre, eso preocupó a Catherine.
- Emma, tesoro, deberías de comer un poco más - insistió su madre - ¿no habrás vuelto a tener aquellas horribles pesadillas verdad?
Por un momento dudó en narrar lo que había visto, desde siempre, Emma había interpretado sus sueños y nunca (por ahora) se habían equivocado.
- No mamá, hoy no tengo mucha hambre, ayer Frederic y yo comimos muchos dulces y aun sigo con el estómago lleno - añadió la joven - no te preocupes.
Dejando la marca rojiza de su pintalabios en la mejilla de su madre, Emma puso rumbo al instituto, tratando de no darle más vueltas innecesarias a esa pesadilla.
El día fue como cualquier otro: dos horas de Historia del Arte por las mañanas, visita a los laboratorios antes del almuerzo, alguna que otra discusión con las personas que iban subidas de tono con otros alumnos y el cigarro típico de las tres en punto frente a la fachada principal. Un día como otro cualquiera.
Emma deseaba irse a casa y meditar, meditar sobre su sueño y tratar de plasmarlo en su novela, quizás, esoe daría un toque misterioso.
- ¡Espera E! - se oyó a lo lejos.
Ella se giró, para su sorpresa se trataba de Tom; llevaban sin verse todo el día, puesto que Tom comparte muy pocas clases con 
Emma.
- Tom, llevo algo de prisa, hablamos mañana ¿vale? - trató de explicarse de la manera más tierna posible Emma.
- ¿Hoy también debes ir al hospital? Si quieres te acompaño, no es ninguna molestia - dijo sonriente Tom mientras colocaba su bici junto a la de Emma - Además, no quiero ir a casa, el ambiente que hay allí me consume por dentro, venga te reto a una carrera hasta el puente.
No hubo más remedio que aceptar el reto y comenzar a pedalear, de vez en cuando Emma iba encabezando la carrera, otras veces era Tom. El reto finalizó proclamando a Tom campeón.
- Que conste has ganado porque hoy llevo vestido - añadió Emma con cierto tono de cansancio.
- Excusas baratas Srta. Brown - rió Tom - rápido, te acompaño y nos vamos, este lugar me da escalofríos.
El ascensor indicó el piso quinto y Emma entró rápidamente por la  estrecha puerta de la habitación abrazando (esta vez con menos entusiasmo) a Frederic, quién se quedó mudo al ver a Tom.
Lo último que se recuerda de ese día es a un joven tratando de estrangular a un paciente, gritando "¡eres un hijo de puta!" Y golpeándole con fuerza en el rostro.
Hizo falta más de cuatro enfermeros para separarles. Ella lloraba amargamente escondida en una de las esquinas de la habitación 506.

Una sensación extraña, como fuego, recorrió todo su cuerpo. Sin pensarlo dos veces agarró con fuerza el brazo de Emma y la sacó con ira fuera de su habitación, ella cayó al suelo con las lágrimas brotando sin cesar de su rostro y con la marca de los dedos del joven en su brazo. Ella trataba de ocultarlos.
Él gritaba con fuerza que se marchase, que no quería verla nunca más, había traído de nuevo la amargura a su vida y sentía ganas de desaparecer otra vez. La llamaba mal nacida y otras palabras que se clavaban como cuchillos en el corazón de la chica cuya mirada era penetrante.

Cuando Emma se hubo secado sus hermosos ojos la puerta ya se había cerrado, la pregunta era ¿para siempre?


Comenzó a meditar sobre su sueño ¿había acaso despertado la ira del dios Volcano?

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